UNA VISIÓN EMPRENDEDORA

Las empresas siempre comienzan con tenacidad y el caso de Alejandro no fue la excepción. Lo conocí porque era el novio de una amiga cercana cuando estudiaba el bachillerato.

Era una de esas relaciones que se dan desde la adolescencia y tienen un final feliz en el sentido de que años después se establecieron como pareja y su vida ha sido muy estable todos estos años.

En su aspecto era un muchacho común y corriente, solo que por dentro había un inventor nato.

Recuerdo que cuando empezó a cursar la carrera de Ingeniería en Electrónica, se le ocurrió hacer unas tiras de plástico suave, gruesas y resistentes, a las que les hizo algunos cortes en forma de lengüetas y las promocionó en los supermercados para colgar algunos productos ligeros.

Con toda seguridad todos los hemos visto en pasillos de las tiendas con bolsas de botana, con pequeños juguetes u objetos de papelería.

En esa ocasión todavía estaba estudiando, así que no tuvo capital para invertir y se asoció con un tío suyo que se dedicaba a hacer objetos de plástico.

Desafortunadamente, su tío falleció al poco tiempo y la fabricación de su invento ahí quedó.

Sin embargo, tuvo la experiencia de lograr que una de sus invenciones se viera materializada y eso le impulsó a seguir creando y mantener viva la idea de formar una compañía.

Después de terminar la carrera buscó trabajo, pues ya con la responsabilidad de una familia no podía aventurarse así nada más.

Esto lo llevó a trabajar a una estación de radio en un estudio de grabación como ayudante de operador y fue afortunado en ese trabajo, pues si bien la paga no era tanta, tenía tiempos muertos en que podía maquinar algunas ideas.

Dos años después, se decidió a emprender un pequeño taller en donde se puso a fabricar resistencias eléctricas con un equipo usado que adquirió y encontró la forma de entrar a vender sus productos a una cadena de ferreterías.

El problema que enfrentó era una vez que se entregaban sus productos, al final del mes le decían cuánto se había vendido, le hacían el siguiente pedido y lo vendido se lo pagaban tres semanas después.

Esto es que le financiaba a las ferreterías por seis semanas y eso le complicó mucho la situación, hasta que después de trabajar con esa cadena por seis meses, le dijeron que comenzaron a trabajar con una empresa de factoraje a proveedores.

Esto significó que le pagarían en cuanto se hiciera el recuento del producto vendido, reduciendo el plazo en tres semanas.

Investigó un poco y después, a través de la misma empresa de factoraje, pudo financiar la compra de otros equipos.

Al poco tiempo, al platicar con él, era como recibir clases de administración de empresas o algo así pues mantenía su mente en las cosas que podía hacer y crear.

Afortunadamente no hizo a un lado las cosas que fue encontrando en el camino y que son necesarias para ser un emprendedor exitoso y una persona que es feliz con lo que hace.